Tras un breve recorrido histórico, se analizará la situación actual. Esto no es una tarea fácil debido a la invisibilidad que sufren en el espacio público (como protagonistas de sus propias vidas y experiencias) y, desde un punto de vista académico, porque hay muy pocos estudios publicados en español al respecto.
Veremos igualmente los debates en torno al feminismo islámico en España, su propia idiosincrasia y las principales resistencias internas a las que se enfrenta. La intención del presente texto no es aportar una visión cerrada y definitiva de «las mujeres musulmanas» sino esbozar algunas dinámicas generales que nos permitirán ver en qué medida las musulmanas han contribuido en el proceso de democratización de España, cuáles son sus principales prioridades y cómo están influyendo en las relaciones de género. Terminaré con la propuesta de una serie de estrategias para superar la triple discriminación que sufren: como mujeres, como musulmanas y, una parte importante, como inmigrantes.
Mi punto de partida es el de una mujer, feminista y musulmana, que trabaja por la igualdad de género dentro del Islam a través de la educación y el activismo. En la mayoría de estudios académicos que he leído a lo largo de los años sobre el Islam y las mujeres, los autores suelen criticar la posición de quienes nos situamos dentro de un colectivo (y más aún si está basado en la fe) por ser parciales, subjetivas, esto es, por no aportar una visión científica sino simplemente nuestras propias opiniones personales y que, por lo tanto, no son generalizables ni lo suficientemente serias como para ser tenidas en cuenta.
En general, los académicos en España se limitan a reproducir los textos del fiqh clásico medieval (la jurisprudencia) otorgándole una importancia desmesurada, contribuyendo de esta manera, aunque sea de forma involuntaria, a validarlo, en lugar de interrogarse por las causas por las que se ha ocultado la contribución de las mujeres musulmanas, así como las implicaciones que esto va a tener en el presente, a la hora de reforzar el sistema patriarcal. Otra línea de producción académica tiene que ver exclusivamente con los fenómenos migratorios, lo que supone un enfoque parcial e incompleto a la hora de abordar la situación de las mujeres musulmanas en España.
El presente trabajo parte de la constatación del vacío académico existente en relación a la situación de las musulmanas en España, sobre su contribución en el proceso de democratización del país, así como la postura en general beligerante del feminismo institucional y de ciertas figuras del feminismo secular, procedentes de países de mayoría musulmana, que niegan la existencia del feminismo islámico o directamente lo combaten, abocando a las mujeres musulmanas a un aparente callejón sin salida, resumido en la arenga «¡O la fe, o el feminismo!».
La negación de este movimiento pone en evidencia dos cuestiones importantes: por un lado la visión estereotipada y homogeneizante del islam y de los musulmanes, que alimenta la islamofobia; y por otro, quién tiene el poder para designar, nombrar y categorizar. El hecho de que no se conozca o reconozca la contribución de las musulmanas al movimiento feminista en España supone una reflexión más profunda sobre las relaciones de poder, sobre el oprimido y el opresor, en definitiva, sobre la supuesta pérdida de privilegios que supone dejar de ser la única voz autorizada para hablar sobre feminismo en España.
Estas cuestiones se insertan de lleno en el debate global sobre la contribución de los feminismos de coloniales, que son expulsados sistemáticamente de la «familia» feminista por el feminismo blanco y burgués, por un feminismo que hace de su universalidad su principal instrumento ideológico, frente a una mayor exigencia de autonomía y soberanía de la sociedad civil de los países de mayoría musulmana.
Veremos igualmente cómo gran parte del feminismo institucional no solo está instrumentalizado por la extrema derecha y los gobiernos liberales en España, sino que tiene una clara agenda imperialista y neocolonial, cuya propuesta se basa en que la única vía de liberación para las mujeres musulmanas es desvelarlas. Según esta visión, el hijab funciona a modo de sinécdoque en el imaginario colectivo, como símbolo del «yugo del Islam» que pesa sobre ellas, por lo que gran parte de los esfuerzos de cierto sector del feminismo en España va a concentrarse casi exclusivamente en la vestimenta de las mujeres, obviando que no se trata de una demanda interna.
En este texto nos centramos en la Islamofobia de género: Femonacionalismo y purplewashing.
Hemos puesto de relieve hasta qué punto la actividad de las feministas musulmanas y de las mujeres musulmanas políticas estaban en parte condicionadas por el contexto de islamofobia actual.
La islamofobia contra las mujeres musulmanas presenta unas claves específicas, por lo que no es suficiente hablar de «islamofobia» a secas, sin tener en cuenta la dimensión de género. Es decir, existen formas específicas de legitimación de la islamofobia, basadas exclusivamente en su condición de mujeres musulmanas, que va a tener como consecuencia una doble opresión. Esta legitimación procede de la conceptualización de las mujeres musulmanas como quintacolumnistas, «como un conjunto de personas potencialmente desleales a la comunidad en la que viven y susceptibles de colaborar de distintas formas con el enemigo» y como mujeres «inasimilables» debido al supuesto atraso cultural que representan. En el imaginario colectivo, se trata del «enemigo» que vuelve, del moro «invasor», cuya nueva «arma» es la reproducción sexual y el consiguiente aumento demográfico de la población musulmana en Europa.
La imagen de las mujeres musulmanas vehiculada por los medios de comunicación es una imagen estereotipada en la que son retratadas como víctimas sumisas, retrógradas y carentes de raciocinio; subyugadas por una religión que, además, representa el paradigma de la violencia contra las mujeres. Pero a la vez son percibidas como terroristas en potencia, como objetos fácilmente manipulables por un ‘islamismo’ difuso, pero a la vez monolítico y extremadamente violento.
Las razones que mueven a atacar a las mujeres musulmanas son diversas. La islamofobia está alimentada por el discurso del miedo de la extrema derecha y la derecha, pero además se nutre de las visiones estereotipadas y etnocéntricas de una parte importante de la izquierda y del feminismo liberal, para quienes la creciente visibilidad del Islam en el espacio público supone un problema.
Susan Farris advierte sobre el peligro del femonacionalismo: «La movilización, o más bien instrumentalización, de la noción de igualdad de las mujeres, tanto por parte de partidos nacionalistas y xenófobos como por parte de los gobiernos neoliberales, constituye una de las características más importantes de la coyuntura política actual, sobre todo en Europa».
De manera similar, la escritora y activista LGTBI Brigitte Vasallo, acuñó el término «purplewashing», haciendo una analogía con el «pinkwashing», para definir una herramienta que sirve de lavado de imagen de las políticas racistas, utilizando como coartada las luchas feministas.
Podemos ir más allá al afirmar que no se trata solamente de un tipo de feminismo, instrumentalizado por parte de todo el espectro político, y en especial, de los movimientos de extrema derecha (de nuevo la mirada machista sobre el hecho de que las mujeres son demasiado influenciables), sino que, además, el feminismo hegemónico trabaja de manera consciente y activa para uniformar las prioridades de la lucha feminista y mantener sus privilegios de clase.
Las luchas contra el racismo, la xenofobia, la islamofobia, la lgbt-fobia, el derecho de asilo y la lucha contra la pobreza, son luchas feministas porque las mujeres están atravesadas por todas esas discriminaciones e injusticias. Hay mujeres que son a la vez pobres, extranjeras, lesbianas, negras, refugiadas y musulmanas. No podemos atender únicamente a la discriminación por razón de género, sin tener en cuenta, a la vez, las discriminaciones por razón de clase, origen, sexo, raza y religión. Estas no deben ser tratadas como «simples daños colaterales», dentro de un proyecto feminista superior. Es necesario tener en cuenta la interseccionalidad de las opresiones, ver cuáles son las conexiones que se llevan a cabo, por parte de quién se beneficia de ello y cómo se dan en diferentes contextos, tanto históricos, geográficos como experienciales.
Según indican los distintos informes sobre la islamofobia, en España hubo en 2015 un incremento de casos del 567% respecto al año anterior. Según las conclusiones del informe de la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia de 2015, del total de casos recogidos, el 21,8 % fue por ciberodio; un 19,4 %, actos contra las mujeres por llevar hijab (pañuelo que cubre el cabello); el 5,3 % agresiones contra personas; y otro 5,3 % vandalismo contra mezquitas. Un 4 % de los incidentes fue contra la construcción o apertura de mezquitas; el 3,4 %, actos contra refugiados y otro 3,4 % por la instrumentalización negativa del Islam y los musulmanes durante las campañas electorales.
También en los informes oficiales aparece un claro incremento de la islamofobia. Según los informes policiales, después de los ataques a la revista Charlie Hebdo, el 40% de los delitos de odio en España fueron por islamofobia, pasando a ser el principal delito de odio. Hasta entonces, los principales delitos de este tipo fueron por racismo y homofobia.
En este contexto, será necesario trabajar sobre nuevas estrategias que permitan superar la triple discriminación que sufren como mujeres, como musulmanas y, en muchos casos, como inmigrantes. Podemos adelantar algunas propuestas, como una mayor participación en todos los ámbitos, sin desatender el religioso, tanto en el plano institucional como en el de la producción teológica, ya que son espacios de poder y autoridad.
Es igualmente necesario luchar de manera simultánea contra las posturas islamófobas y los fundamentalismos patriarcales, ya que ambos se retroalimentan y tienen una visión esencialista de la religión, que impide la liberación de las mujeres musulmanas.
Las mujeres musulmanas están trabajando en la creación y consolidación de medios de comunicación alternativos que permitan dar visibilidad a sus contribuciones y diversidad de perfiles, cuyo principal objetivo es contrarrestar la imagen negativa vehiculada por los medios de comunicación mainstream.
Por último, el trabajo en redes, con musulmanas y no musulmanas, así como la creación de lobbies a escala nacional, será clave para frenar la proliferación de leyes y normativas públicas que vulneran los derechos fundamentales de los ciudadanos (léase la ley Mordaza, la presión para suprimir la ley sobre el derecho al aborto, las normativas que regulan las vestimentas de las mujeres musulmanas, etc). Por lo tanto, será necesario crear alianzas con feministas de otras confesiones y con el sector más inclusivo de las feministas laicas. Para que esto se pueda materializar, es imprescindible que las mujeres musulmanas dispongan de espacios seguros, que no utilicen los medios de comunicación mayoritarios para llevar a cabo este debate interno, y así poder evitar la instrumentalización y cooptación de su lucha y, por último, se deberían establecer unas relaciones horizontales, colaborativas y cooperativas entre las mujeres.